Durante el verano de 2016 decidimos visitar nuevamente la isla francesa de Córcega para realizar la travesía que, a través del emblemático sendero de gran recorrido GR-20, recorre la isla de un extremo a otro por su interior. Era la 4ª vez que estábamos en Córcega y aunque en nuestros viajes anteriores siempre habíamos estado en primavera descendiendo sus cañones, sabíamos que algún año volveríamos en verano para realizar la travesía de la que muchos califican como la montaña del Mediterráneo. El GR-20 atraviesa la isla por su espina dorsal de Noroeste a Sureste, a lo largo de unos 180 kilómetros y salvando para ello en torno a 11.000 metros de desnivel positivo. Al tratarse de una de las travesías más frecuentadas de Europa, se encuentra perfectamente balizada y dispone a lo largo del recorrido, de una extensa red de refugios de montaña acondicionados para comer y dormir. Aunque puede realizarse en ambos sentidos, generalmente se opta por recorrerlo de Norte a Sur en una media de 10-15 etapas.
El potencial montañoso de Córcega es un gran desconocido para el gran público. Buena prueba de ello es que la isla es mundialmente conocida por sus playas, pero no hay que olvidar que también se trata de uno de los grandes destinos europeos para la práctica del descenso de barrancos, la escalada y el senderismo. Las montañas cubren aproximadamente dos tercios de la isla, tienen su punto culminante a 2.706 msnm en el monte Cinto y existen más de 20 picos que sobrepasan los 2.000 metros de altitud. Además, una gran parte de su superficie, más de la mitad, está cubierta por bosques, siendo algunos de ellos bosques muy antiguos, con grandes árboles y una densa vegetación. Existe una importante red fluvial alimentada por los lagos y montañas del interior. Y aunque parezca un poco increíble, hasta existen dos pequeñas estaciones de esquí!
Para nosotros este fue un gran viaje, un viaje muy, muy intenso. Todo comenzó un jueves 7 de julio de 2016 cuando salimos de casa caminando y con tan sólo una mochila minimalista a la espalda. Tras un trayecto en coche, uno en bus, tres trenes y un vuelo desde Barcelona, llegamos al aeropuerto corso de Bastia, desde el que otro bus nos llevó hasta la ciudad. Al día siguiente dos nuevos autobuses nos condujeron hasta el pueblo de Calenzana. Ya desde aquí comenzamos la travesía del GR-20 de Norte a Sur, que recorrimos en 5 días y que finalizamos en el pueblo de Conca. Desde aquí un minibús nos llevó hasta el pueblo de Porto Vecchio, en la costa Sur, donde tras hacer noche cogimos un barco que nos trasladó hasta Golfo Aranci, al Norte de la vecina isla italiana de Cerdeña. Desde ésta un tren nos permitió alcanzar el Sur de la isla y el aeropuerto de Cagliari, donde cogimos un avión que nos llevó a Trapani en la isla de Sicilia (Italia). Ya en Sicilia un coche de alquiler nos permitió desplazarnos durante varios días, subir al volcán Etna y conocer la isla. Finalmente, un vuelo desde el aeropuerto siciliano de Catania nos devolvió a Barcelona donde con varios trenes y autobuses regresamos a casa.
Intenso es el adjetivo que mejor define lo que vivimos durante aquella semana. Por unos días nos sentimos como Willy Fog en su particular vuelta al mundo, pocas veces habíamos cogido tantos autobuses, trenes, barcos y aviones en tan poco tiempo y con los horarios tan ajustados. Contra todo pronóstico y por mucho que les pese al bueno de Murphy, todo salió bordado, recorrimos el GR-20 en sólo 5 días, realizando etapas de hasta 12 horas caminando y, además, recorrimos tres de las grandes islas del Mediterráneo: Córcega, Cerdeña y Sicilia.
El GR-20 nos pareció una ruta muy bonita, aunque en España existen otras travesías menos conocidas y masificadas, que poco tienen que envidiar a la corsa. No obstante, todos sabemos que nuestros vecinos los galos saben vender mejor que nadie su territorio. De todos modos, la isla es increíble y merece más de una visita, especialmente durante la primavera, en temporada baja, cuando no existen aglomeraciones. Aunque en esta época puede resultar imposible realizar el GR-20 por la nieve en las cotas altas y por que los refugios se encuentran cerrados, si que se trata de una época excelente para el descenso de barrancos y otras actividades. Para el GR-20 la época ideal es el principio y final del verano, evitando así las grandes aglomeraciones de julio y agosto, donde un gran número de visitantes franceses de la métropole colapsan la ruta y los refugios.
Bueno, poco más, salvo invitaros a conocer Córcega. Yo estoy seguro de que volveré por 5ª vez para realizar en verano algunos de sus barrancos más alpinos que aún no conozco, cuando la ausencia de nieve lo permita…