Tras finalizar la travesía del sendero de gran recorrido GR-20 de Córcega, un viaje en barco, tren y avión nos permitió cruzar la vecina isla de Cerdeña (Italia) y desde ésta llegar a la isla de Sicilia (Italia). Allí recorrimos algunas de sus playas y ascendimos en la costa Este al monte Etna, uno de los volcanes más activos de Europa que ronda los 3.300 metros de altitud.
Aunque Sicilia es una isla que no tiene absolutamente nada que ver con las vecinas Cerdeña y Córcega y, ciertamente, posee un escaso interés a nivel de barrancos, escalada y otras actividades que se desarrollan en el medio natural, sí que merece la pena conocer su principal atractivo natural, el volcán Etna. Eso sí, para ello habrá que armarse de paciencia y lidiar con el tráfico, la camorra siciliana y, en definitiva, con la particular forma de vida del Sur de Italia.
La ascensión al Etna no entraña ningún tipo de dificultad, simplemente es necesario caminar, protegerse del frío y de la nieve, aún en época estival, y tener la suerte de contar con un día despejado que permita ver el paisaje, ya que las acusadas diferencias climáticas entre la cumbre y el resto de la isla favorecen, en combinación con la actividad sísmica, la existencia y la prevalencia de densas nieblas.