Con esta travesía, convertida con el paso de los años en una de las carreras de montaña más duras del mundo, guardo una especial relación de amor y odio, y es que todos y cada uno de los intentos de completarla han acabado en fracaso y ya van tres.
El TOR des Geants es la mítica travesía que, a través de los senderos bautizados como Alta Vía 1 y 2, da la vuelta completa al valle italiano de Aosta, salvando para ello la friolera de 24.000 metros de desnivel positivo y una distancia de 330 kilómetros. Se trata de una ruta de alta montaña que discurre por terreno alpino, superando numerosos pasos por encima de los 2.000 metros de altitud y alcanzando una cota máxima de 3.299 metros en el Col Loson.
Todos los meses de septiembre se disputa la carrera del TOR, con salida y llegada en la localidad de Courmayeur, a los pies de la vertiente italiana del Montblanc. La prueba da a los participantes un tiempo máximo de 150 horas para completar el recorrido en modalidad non-stop, donde cada corredor se planifica la competición a su ritmo. La organización dispone los diferentes avituallamientos y las bases de vida cada 50 kilómetros aproximadamente, en las que se puede comer y dormir en mejores condiciones. El récord actual de la prueba lo ostenta el vasco Javi Domínguez, gracias a su estratosférico tiempo de 67 horas 52 minutos establecido en la edición de 2017.
En el año 2016, a causa de las desavenencias entre los organizadores del TOR y el gobierno de Aosta, se organizó la primera y única edición de otra carrera que realizaba el mismo recorrido que el TOR pero en sentido inverso y con salida y llegada en el pueblo de Cogne. Se la bautizó con el nombre de 4K Valle de Aosta.
La primera vez que intentamos realizar la travesía fue durante el verano de 2015, dividiéndola en 6 etapas de una media de 50-60 Km. Sin embargo, desde el primer día nos dimos cuenta de que la dificultad del recorrido, la distancia y el desnivel, nos ponían las cosas realmente difíciles. Aunque conseguimos completar algunas etapas según lo previsto, otras nos fue totalmente imposible, lo que nos obligó a salirnos del recorrido de forma forzada y a enlazar ciertos puntos de la ruta mediante autobús, para intentar así cumplir con un plan establecido sobre el mapa que en la realidad se nos planteaba imposible. Finalmente, cuando en el transcurso de una de las etapas nos encontrábamos próximos a superar un collado por encima de los 3.000 metros de altura, una repentina tormenta de verano nos sorprendió confirmando la temida ley de Murphy, en el peor lugar y en el peor momento. La virulencia de la tormenta, acompañada de una increíble granizada y de un temible aparato eléctrico, nos hizo pasarlas canutas. Jamás lo habíamos pasado tan mal en la montaña, en un lugar donde no existía ningún posible refugio, en cuclillas junto a una piedra, calados hasta los huesos y con las mochilas en la cabeza para protegernos de los impactos del granizo. Su gran tamaño nos hizo hasta moraduras. Cuando la intensidad de la tormenta disminuyó un poco salimos corriendo de allí y, perdiendo altura, llegamos a una granja donde nos ofrecieron refugio. Desde allí bajamos al pueblo más cercano y dimos por finalizada, dadas las circunstancias y la falta de tiempo, la travesía.
Un año después, en 2016, volvimos al valle para intentar realizar nuevamente la travesía, pero esta vez en carrera y en modalidad non-stop por parejas. Tomamos la salida en la 4K del Valle de Aosta, pero tras 100Km en carrera nos vimos obligados a abandonar en la segunda base de vida por los problemas gastrointestinales de Patri. Esto supuso otro duro golpe y el segundo intento fallido de realizar la ruta.
Otro año más tarde volví a intentarlo, aunque esta vez corriendo solo, tomando la salida del TOR 2017. Me había preparado bastante bien y confiaba en llegar a meta, sin embargo, los acusados cambios de temperatura me pasaron factura. En los collados de mayor altura por la noche llegamos a -10 grados. Durante la carrera tuve varias veces un poco de fiebre, muchos mocos y tos. Paré dos veces en un refugio cerca de 7 horas, me vio el médico y tomé medicación, pero no conseguí recuperarme. Decidí abandonar en el kilómetro 200 cuándo vi que cada vez me sentía peor e iba más lento. Con un margen de 42 horas no me sentí con fuerzas de acabar los 130Km que tenía por delante. Me hubiese quedado tirado en mitad de la montaña. Al menos me quedaba el consuelo de haberlo intentado hasta el último instante. Hubo tantos momentos en los que no podía más y sin embargo intenté continuar…
Como siempre, estas carreras de larga distancia te enseñan mucho y son una gran cura de humildad. Aquí no sirve de nada correr a 3 ó 4 min/Km y estar fino, como se suele decir. Aquí hay que estar habituado a la alta montaña, a salvar fuertes desniveles y hacerlo durante horas y horas. Y, espacialmente, aquí hay que gestionar muy bien el no poder dormir, o hacerlo apenas durante días. Es increíble ver como una persona de más de 50 años, que en una carrera de 10 ó 20 Km entraría en la clasificación de los últimos, aquí, con el paso de las horas, termina adelantándote como si estuvieses parado. Aquí, excepto los 20 primeros que vienen a disputar la carrera, no se toman geles ni barritas, en los avituallamientos se come pasta, sopa, queso… y hasta yo, después de más de 20 años, comí jamón!!!
Realmente, ver que hay tanta gente fuerte, te ayuda a saber mejor quién eres y dónde estás. Aunque sea un tópico, viajar y ver mundo le abre a uno los ojos y le permite conocer cuál es su verdadero nivel…
Algo que define a la perfección y, además, de una forma tremendamente sencilla el espíritu de esta carrera es que todo el mundo con el que te cruzas, no te da simplemente ánimos, si no que te desea «buon viaggio». Esa es la verdadera esencia de esta prueba, que más que una carrera, es un viaje en busca de tantas y de ninguna cosa…